Desde hace un tiempo, y debido a las pocas evidencias encontradas, algunos científicos pensaba que los neandertales no poseían capacidades de pensamiento abstracto y simbólico y que comenzaron a realizar tales actividades tan sólo cuando pudieron copiar a Homo sapiens, la «especie elegida» por excelencia. Esa idea esta siendo cada vez más desechada con el hallazgo de diferentes muestras de cultura neandertal.
Recientemente, un nuevo hallazgo en Croacia, anterior a la aparición de Homo sapiens en Europa, pone de manifiesto que Homo neanderthalensis ya realizaba creaciones artísticas con valor simbólico.
El hallazgo se trata de una serie de garras de águila (y una falange media), modificadas con el objetivo de engarzarlas para
formar un colgante o un objeto similar.
Es sorprendente pensar que éstas garras que estamos viendo ahora fueron llevadas alrededor del cuello de un neandertal hace 130000 años. Una pena que se extinguieran, podrían habernos proporcionado algo de humildad, aunque fuera alejándonos del pensamiento de que somos tan «únicos».
La cirugía es un arte delicado y que requiere de grandes conocimientos, pero no siempre fue así. Como cualquier otra ciencia médica, la infancia de la cirugía fue poco glamurosa y un tanto basta.
Y es que entre éstas primeras operaciones encontramos las llamadas trepanaciones, que consisten, ni más ni menos, que en la extracción de un fragmento de hueso del cráneo del paciente.
Estas prácticas se remontan muy atrás en el tiempo, y fueron comunes para tratar diversos males. Desde el paleolítico hasta la época clásica e, incluso, la edad media, las trepanaciones se utilizaban para curar las heridas causadas por armas de contusión, tan comunes en la época, como las hondas o las mazas. En esas ocasiones, después de la extirpación del hueso, que exponía el encéfalo, se procedía a extraer la sangre de las hemorragias internas y las esquirlas de hueso que pueden ocasionarse cuando el cráneo recibe un fuerte golpe. En algunos casos, incluso se aplicaban planchas de diferentes metales para cubrir la hendidura.
Sólo es necesario pensar por un momento en lo tosco de las herramientas de piedra paleolíticas y en el poco conocimiento sobre anestesia y antibióticos que se manejaba en la época para que se nos pongan los pelos de punta. ¿Cómo iban a realizar éste tipo de operaciones con tan pocos medios? Pues sí, las realizaban, y lo más chocante es que alrededor de un 80% de los pacientes sobrevivían a la operación y no sufrían de infecciones después de ésta.
Debido a lo doloroso y peligroso de éstas prácticas quirúrgicas, parecería poco probable que la trepanación llegara a convertirse en parte de un ritual religioso, pero el poder de la religión sobre sus seguidores es inmenso, y en Hungría, concretamente, dentro de la etnia magiar, esta operación se convirtió en parte importante del culto divino. El hecho que nos hace inclinarnos hacia esta afirmación es que las trepanaciones que realizaban los magiar eran incompletas. Raspaban el hueso del cráneo sin llegar a perforarlos del todo, por lo que no tenían acceso al encéfalo. Esto hace que esta operación no tenga un final práctico medicamente hablando, y la explicación más probable es el fervor religioso. Hasta un 12% de la población magiar se habría sometido a esta práctica.
Durante el paleolítico, en la antigua Grecia y la América precolombina, la trepanación se trató de utilizar, también, para tratar temblores, migrañas, o, incluso, la epilepsia. Esto, claro está, nunca ha sido descrito como un tratamiento efectivo por la ciencia. Aun así, siguió siendo un método común en el renacimiento y la época colonial para tratar dolencias para las cuales tampoco era eficaz. Pero esto no es lo peor.
No, lo peor viene con la pseudociencia, que, como la religión, tiene gran poder sobre sus seguidores. Y no son pocos los «pseudos» que defienden la trepanación para diferentes fines. Algunos dicen que aumenta el riego cerebral y, por tanto, el metabolismo, permitiendo mayor actividad cerebral, otros dicen que cura la depresión y la fatiga crónica y otros, me apuesto una tajada de cráneo, que opinan cosas aún más alocadas.
Existen asociaciones en defensa de la trepanación, y el fanatismo ha llegado incluso a que algunas personas se realizan la trepanación a sí mismos. Para terminar el artículo, os dejo con el escrito de Joey Mellen sobre su experiencia con la autotrepanación (tercer intento, después de mandar a su mujer al hospital en el segundo):
«Después de cierto tiempo había un sonido como de sorber, que sonaba de forma ominosa, y sonido de burbujeo. Extraje el trépano y el borboteo continuó. Sonaba como burbujas de aire moviéndose bajo el cráneo mientras eran presionadas hacia fuera. Miré el trépano en había un pedazo de hueso en él. ¡Al fin!»
Buenas, axianos, otro sábado más volvemos con nuestro post osteocultural.
Lo que podemos ver no es nada más ni nada menos que el primer instrumento musical, la flauta de Divje Babe. Está hecha a partir de un fémur de oso cavernario joven y tiene nada más y nada menos que unos 43000 años. Si es el instrumento completo o un fragmento de éste es aún desconocido.
Lo mejor de todo es que se ha trabajado en su reconstrucción y se ha podido obtener una réplica funcional, como podéis ver en los siguientes vídeo:
Flauta completa
«Fragmento» (min 3):
Empezad el fin de semana mondo el esqueleto a ritmo neandertalíneo
La explicación para estas calaveras de morfología tan impresionante rompe con las ilusiones y sueños de los tan numerosos criptozoólogos, ufólogos y otros pseudocientíficos que infestan la red. Son, sintiéndolo mucho por el señor Iker Jiménez, humanas.
Tan humanas que parece ser que reflejan una importante
característica de nuestra especie. Estos cráneos deformados, de la civilización Paracas, muestran que sus propietarios pertenecían, probablemente, a un escalón elevado de la jerarquía social y que como en la actualidad, tenían tendencia a querer diferenciarse del resto.
La cultura Paracas es una cultura precolombina relativamente moderna que se originó sobre el 700 a.C. y vio su fin en el 200 d.C. No solo nos dejó ritos funerarios de lo más peculiares y textilería de alta complejidad, si no también, estas, al parecer, extrañas prácticas.
Pero nada más lejos de la realidad, la deformación craneana fue algo común en numerosas culturas antiguas de todo el mundo. Hunos, Aborígenes australianos, Mayas y Polinesios, entre otros, practicaban esta deformación artificial, que se realizaba, normalmente, en niños con pocas semanas de vida, en los cuales las suturas craneales aún son blandas y flexibles. Los métodos eran diversos, pero el final, el mismo. Tablas de madera, cuerdas fuertemente atadas y enrolladas alrededor de la cabeza y dispositivos algo más sofisticados fueron utilizados para obtener la deformación deseada.
Sorprendentemente, y por extrema que parezca, esta práctica,que aún persiste en algunas culturas africanas y sudamericanas, no conlleva ningún tipo de disfuncionalidad en el encéfalo de los afectados.
Fotos de: Collective Evolution y Casimir Zagourski.
Debe estar conectado para enviar un comentario.